
El jefe del partido Liberal ha sido el elector de los últimos cinco alcaldes que ha tenido Ibagué.
Y pese a ello nadie lo ubica o señala por casos de corrupción tan graves, ocurridos en la ciudad, como la debacle de los escenarios deportivos para los fallidos Juegos Nacionales de 2015, y ahora donde se le ha mencionado como beneficiario de una escombrera ilegal que montó en su finca, la cual valorizó y luego vendió a Gabriel Camargo.
Es de recordar que Jaramillo solo se pronunció en contra de Luis H. Rodríguez en los últimos seis meses de 2015, el último año de gobierno del exalcalde cuando este quiso dejar de sucesor a Jhon Esper Toledo. Los tres años restantes Mauricio conservó cuotas en secretarías y contratistas a granel de su casa política.
Además, fichas suyas como Francisco Montoya, permanecieron en la Secretaría de Desarrollo Rural hasta el fin del gobierno del exalcalde hoy preso en la cárcel de Espinal por recibir coimas y un lote para otorgar a alias el Chatarrero el contrato de obra de la calle 42.
No hay que olvidar que fue el mentor de la dizque ‘consulta popular’ del liberalismo, mecanismo que a manera de ‘tenaza’ garantizaba acceso automático a la Alcaldía a quien señalara la camarilla liberal regentada por el exsenador libanense.
También fue el gran elector de Rubén Darío Rodríguez (2004 – 2007), y allí mantuvo el exsenador a sus conocidos lugartenientes que lleva de cargo en cargo y de administración en administración como si no hubiese más profesionales, sobre todo más jóvenes y con menos desgaste y pasado para contratar: José Soto, Ancízar Carrillo, Ramiro Arciniegas, César Picón (padre e hijo), Rodrigo Páez, Disraelí Labrador, entre otros.
Algunos se han salido del redil jaramillista pero otros sirven para rellenar plazas en listas a cualquier corporación pública, Concejo, Asamblea, Cámara, contralorías, cuando no hay dónde ponerlos a pelechar del erario, porque todos tienen en común, no el emprendimiento ni la creación de empresas, sino que no pueden desarrollar sus actividades ‘profesionales’ más que en cómodos puestos estatales.
El mismo modelo habría de replicarse en el gobierno de Jorge Tulio Rodríguez (2001 – 2003). Allí estuvo como cuota jaramillista, en la Secretaría de Educación, entre otras, el fallecido y polémico Juan Carlos Tole, donde habría de descubrirse que se defraudó a millones el erario pagándoles a profesores fantasmas o inexistentes.
Para las elecciones de 2015, Mauricio Jaramillo ordenó que ya no debía realizarse consulta liberal sino que se fijó de un dedazo al candidato rojo: Rubén Darío Rodríguez, quien fue traicionado y bajo cuerda se le llevaron los votos para donde Guillermo Alfonso Jaramillo. En recompensa, Mauricio goza de amplias cuotas de burocracia en el gobierno ‘con todo el corazón’, como el Ibal, donde hace y deshace el cuestionado ingeniero Alberto Girón. Prueba de ello al senador Guillermo Santos lo grabaron varias veces en plaza pública pidiendo votos para los dos hermanos que aspiraban conjuntamente a la Alcaldía de Ibagué y a la Gobernación del Tolima.
Sin duda las responsabilidades penales y disciplinarias son individuales y nadie pide que se procese a Mauricio Jaramillo por los desafueros de los exalcaldes de Ibagué, que él mismo ayudó a elegir. Pero sí hay una responsabilidad política y Jaramillo debe a la ciudad, una sentida disculpa o al menos un proceso de autocrítica y revisionismo al interior de su propio movimiento.
Hay serios interrogantes con el escándalo de los Juegos: ¿por qué hasta 2015 el condenado abogado Orlando Arciniegas aparecía como el todopoderoso secretario del Partido Liberal en el Tolima? O ¿por qué parte del relleno vegetal y de tierra sacada del Parque Deportivo terminó en la finca de Jaramillo, cercana al Aeropuerto Perales?
Es de anotar que en más de 30 años en la política Jaramillo ha tejido amistades a todo nivel y se mueve como pez en el agua en el alto gobierno. No en vano la Casa Jaramillo tiene a una hermana del alcalde y del exsenador en un cómodo consulado en los Estados Unidos.
Preguntas sin respuesta porque habrá que esperar la próxima jugada política de una casta que ha gobernado por 40 años al Tolima, y que por lo visto, está muy lejos de jubilarse o de ceder el poder a las nuevas generaciones que piden a gritos una renovación que está muy lejos de darse.
Una opinión
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