Gilberto

“Toca tambora, Gilberto, por favor”

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Imágenes: suministradas.

Falleció cultor musical tolimense.

A la una de la mañana del sábado 14 de julio del presente año, y mientras los habitantes de Espinal, Tolima, dormían, el maestro Gilberto García Betancourt escuchó el sonido mágico de la tambora que durante tantos años había tocado; la escuchó en la distancia y poco a poco el sonido se fue acercando. Cuando la tambora golpeó suavemente a su puerta trayendo el recado del río Magdalena, su río, el maestro García entendió que la hora había llegado. Entonces, con su sonrisa característica y sus acostumbrados chascarrillos, se puso el traje típico del tolimense y como si se tratase de un ángel, se fue volando hasta encontrarse frente a frente con el río grande. No llevaba caña de pescar, esta vez no.

El río y el maestro se miraron fijamente, como se miran dos buenos amigos que durante años han trasegado en este valle de lágrimas. Una sonrisa se dibujó en el rostro del maestro, y el río, lo tomó entre sus brazos corrientosos y se lo llevó a dar el viaje eterno, ese viaje colmado de cantos y recuerdos, atiborrado de luces de luciérnagas y saltos de peces enamorados. Un viaje que solo se les puede dar a personas como el maestro García. Personas que lo dieron todo por una causa, por su familia y amigos, por sus vecinos, por su tierra y su país. Un viaje que no puede ser de ninguna manera un lamento.

Así es, esta podría ser una historia triste, de hecho, hubiese podido arrancar este texto diciendo que la música, el Tolima y por supuesto el Magdalena, están de luto; no obstante, estoy seguro que lo último que hubiese querido el maestro es que le recordasen con tristeza, porque si algo tenía él, era alegría para dar a propios y extraños. Ya lo dice la canción: “cuando Gilberto toca la tambora, todo el Tolima se estremece al oír; con ritmo alegre va tocando su tonada y con repique de cucharas por doquier”.

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Ahora bien, la vida del maestro García está construida en obras, acciones y música. Nació en Purificación, Tolima, en 1930 y desde pequeño se evidenció el amor por la música y por el río Magdalena. De sus trabajos se puede decir que los desempeñó a cabalidad, siempre distinguiéndose por ser una persona honesta y responsable. Combinó la música con gerencias, direcciones y fundaciones de empresas como: Caja Agraria, Fedearroz, Federalgodón, entre otras. Por si fuese poco y para darle más emoción a su labor, publicó varias obras como: Los distritos de riego y el manejo por sus usuarios (1976); Metodología de avalúo rural (2000); Valoración de predios agrarios (2002 -2011); Personificación Mitos y Leyendas (2015). Y aunque el libro El camino de la vida que estaba escribiendo se quedó sin terminar, estoy seguro que hará parte de magnífica obra que incluye además su participación durante un largo tiempo en el programa de televisión Sábados Felices.

No puedo dejar de lado por supuesto su historia de amor, la cual construyó con Celmira Aldana quién falleció hace nueve años. Con ella tuvo siete hijos, Ricardo, quien descansa en paz, Alelí, Arturo, German, Amparo, Ricardo y Anita. De los juegos de infancia del niño Gilberto y la niña Celmira, siendo vecinos, nació ese amor que duró más de cincuenta y un años. Levantaron a sus hijos con entrega y tesón, como era en aquellos tiempos, y aunque los caminos de la vida, como el título del libro del maestro, no fueron fáciles, supieron resistir al paso de los años. Mano a mano, hombro a hombro, hasta el final de sus días. Un ejemplo para las nuevas generaciones.

Como lo escribí en un principio, esta no es una historia triste, no, es tan solo un pequeño homenaje perfumado de poesía, música y folclor, a la vida de un hombre que nos llena de orgullo, que recordaremos siempre y que intentaremos imitar. Un hombre de esos que le va a hacer falta a esta tierra, a este país. Un maestro. Sin embargo, hablar del maestro García en estas líneas es poco, porque su obra, su inmortal obra, perdurará por siempre, tomará fuerza cada vez que escuchemos su música o leamos sus libros, cuando recordemos que el maestro nos enseñó a sonreír, a amar la música, a trabajar con honestidad, a luchar por nuestro hogar, nuestros ideales y nuestros sueños; sin olvidar por supuesto, que el maestro nos deja un mensaje muy importante, es un grito que no podemos dejar de escuchar y por supuesto, de actuar ahora mismo, porque: ¡El río Magdalena nos necesita! El río Magdalena necesita reivindicación como el río amigo que fue del maestro que ahora navega con su adorada Celmira y todos sus amigos de antaño en las aguas que ayudaron a escribir la historia de este país.

Larga vida a la obra del maestro Gilberto García Betancourt; larga vida a su legado, larga vida a su maravillosa labor y que su música y su río vivan por siempre:

Toca tambora, Gilberto, por favor; tu ritmo alegre tu son es compasión; Tolima grande te quiere con amor; toda Colombia te escucha con fervor”.

Por: Luis Carlos Rojas García, docente, cineasta.

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