Navidad
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Brisa de diciembre

Luis Carlos Rojas García
Luis Carlos Rojas García

Entre Sinatra y Stafford, entre Fitzgerald y Armstrong, sopla la brisa de diciembre como una carcajada de niño malcriado. Sopla con fuerza y con esa risa burlesca al saber que nada ni nadie puede detenerla.

Así es, vemos a la brisa de diciembre hacer de las suyas mientras la musiquita decembrina con sus acordes de antaño y su alma norteña, suena de lado a lado y nos recuerda que la navidad tiene algo de jazz, algo de blues, algo de nostalgia y hasta algo de Krampus.

Sin embargo, en la tierra del norte algo no está cuadrando; y es que una navidad sin nieve no sabe a lo mismo, una navidad sin nieve es como una navidad sin fiesta, pólvora y el ruido característico de nuestra tierra colombiana que, aquí, es un manjar de reyes.

Y no es para menos, porque pensar en celebrar una navidad como las que usted y yo conocemos, aquí, no es más que una utopía. Una fantasía que solo puede hacerse realidad en los sueños de quienes extrañamos realmente a la Patria Boba.

De hecho, la situación a veces se torna tan irrisoria ya que, hasta los más colombianos se van olvidando de lo que se siente celebrar una navidad a la colombiana, comiendo tamalitos y galletas en casa del vecino o recibiendo una copita de vino o aguardiente en donde otros han tomado, sin importar que la muerte vaya de soplo en soplo, de bocado en bocado.

Como sea, la brisa decembrina aquí, es distinta a la de allá, aunque muchos afirman que allá ya no sopla nada y que aquí sopla con más violencia que en otros años, pero sin nieve. No sabemos a ciencia cierta quién tiene la razón.

Lo cierto es que por aquí sigue soplando esa brisa que arrastra con carteles, botes de basura y con esas sombrillas que compran los despistados a un dólar con veinticinco. Sopla y sopla y vuelve a soplar como los peces en el río que no paran de beber sin tener necesidad de ir a alcohólicos anónimos porque aquí cada quién encuentra una manera de escapar.

Sopla una brisa decembrina que intenta desesperadamente desenmascarar a los enmascarados, a los que viven solo por aparentar que están logrando el sueño americano por cuenta propia, para que nadie se entere que lo están logrando acostillas de alguien más.

Sopla una brisa de espanto que grita en la cara de quienes no quieren entender que la ausencia de nieve y el aumento de la temperatura tiene que ver con ese tema del que pocos quieren hablar; tiene que ver con ese asunto realmente importante que parece tan insignificante, pero que tarde o temprano factura nos pasará.

Brisa de diciembre, llévate contigo las malas mañas de propios y extranjeros y muéstranos lo que a futuro, si seguimos haciéndonos los pendejos, nos pasará.

Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.

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