La ‘Guacharaca’ y ‘Badana’, dos esculturas que yacen en estado de abandono en el Museo de Arte del Tolima.
Las esculturas hechas en el año 2007, con presupuesto de la alcaldía de turno a cargo de Rubén Darío Rodríguez, fueron realizadas por el maestro Enrique Saldaña y dejadas a su suerte en el Museo de Arte del Tolima en el año 2009, luego de que dicho museo invitara al maestro Saldaña a realizar una exposición individual de sus obras.
Sin embargo, después de terminada la exposición de aproximadamente un mes y medio, las esculturas fueron ‘abandonas’ por el maestro en el museo, ya que pertenecían a la alcaldía.
Según lo expresado por la directora del Museo, Margareth Bonilla “nadie quería quedarse con ellas, porque son esculturas de dos habitantes de calle de Ibagué”.
Luego de esto, vino la lucha por el museo para que los alcaldes de turno se empoderáran de sus obras. Pese a los llamados de Bonilla ninguno prestó atención a las obras que en su momento le costaron un ‘billete’ a la administración municipal “a los pasados alcaldes se les pidió que se llevaron esas esculturas y nunca se las han llevado, y desafortunadamente el maestro las hizo en un material que no es para exteriores y por esta razón están tan deterioradas; entonces a la gente siempre nos toca explicarle que no son nuestras y que nosotros no las podemos intervenir, quien tiene que tomar decisiones con ellas es la administración municipal”, señaló la directora.
Y dijo que “en abril o mayo, le enviaré la carta contándole la historia de estas esculturas a la nueva administración”.
¿Quiénes son estos personajes?
Años atrás, en todo municipio existían los ‘locos del pueblo’, quienes no podían faltar; eran parte de la sociedad pueblerina, del folclor y del día a día; fue así como muchos de ellos pasaron a la historia y hoy se inmortalizan, tal como estos dos habitantes de calle que se pueden apreciar en las afueras del Museo de Arte del Tolima.
La Guacharaca o María Tovar, era una mujer habitante de calle, parecía una gallinita de juguete, bajita y negrita, como una cuesquera de Coyaima. Caminaba como brincadito con faldita ancha, que le servía en sus guerras callejeras, para levantarla y mostrar su pubis, cuando el delito del madrazo y piedra llega al éxtasis del combate.
El sombrero calentano, la mostraba de cuerpo entero que tenía que ser de Coyaima, Natagaima, Anchique o Vuelta del Río. El tercer elemento que caracterizaba su figura, era el palo que no dejaba ni en sus necesidades más íntimas, y que ella consideraba su ángel de la guarda. El decenio mayor que le dio categoría: los setenta. Luego del cuestionado triunfo de Misael Pastrana Borrero, acuñó un grito que la hizo famosa: Chochipastranistaaaassss!
Cada vez que los muchachos de la época le gritaban: ¡Guacharacaaaaa!, María Tovar le daba rienda suelta a su lengua escatológica. Su territorio de guerra casi siempre fue la carrera Tercera, desde la calle 15.
Badana
De Badana no se conoce su nombre real, cuenta la generación que logró verlo con su carretilla y un ojo enfermo en las calles.
“Badana vivía por los alrededores del colegio La Presentación y todos los que estudiábamos ahí lo veíamos a la salida del colegio, entonces era una figura popular en esa zona del centro, en esta época”, puntualiza Margaret Bonilla.
Por ahora, se espera que la administración de Guillermo Alfonso Jaramillo sea la que intervenga estas obras de arte y ponga punto final a la indigencia de estos personajes.