A la hora de endeudarse en este diciembre, usted debería pensarlo dos veces.
Si mi memoria cinematográfica no me falla, una de las misiones del ejército de los doce monos y del club de la pelea o club de la lucha, era hacer colapsar el sistema financiero que tenía endeudada a la ciudad y al país con las famosas tarjetas de crédito.
Si mal no recuerdo, en uno de estos filmes lo lograron; en el otro, fuimos contaminados por una bacteria que casi extermina a la especie humana. Pues bien, en la actualidad, esa bacteria se llama dinero plástico, más conocida como tarjeta de crédito. Los efectos de la misma, suelen ser brutales, llegando a casos insólitos en donde los bolsillos y la economía de una persona o una familia se exterminan por completo.
Anuncios como: “compre ahora y comience a pagar desde febrero”, son notorios en cientos de almacenes. Con el dinero plástico todo está al alcance de la mano, lo único que se necesita es deslizar la tarjeta y ¡Listo! ¡Gracias por su compra recuerde que le estamos descontando hasta el 50% en la misma, es cierto, la compra y los intereses son altos, pero no se preocupe que ese descuento, se lo cobraremos luego!
Como los celulares, los créditos y las tarjetas hoy en día son muy populares. Aún recuerdo que en 2012, en esta ciudad que se ha caracterizado por ocupar lugares significativos en listas de desempleo, para esta misma fecha, diciembre, abrieron un almacén con un nombre de pájaro. “Regalaron”: planchas, licuadoras, ollas arroceras y de presión, entre otras cosas, y prestaron a todo el mundo sin importar que tuviesen o no un trabajo. Como era de esperarse la ciudad entera se desbocó a “comprar”. Filas de más de una cuadra se podían observar, de hecho, mucho tiempo después de acabadas las fiestas navideñas, se veía a gente esperando un turno para poderse endeudar.
Así como el almacén en mención, existen otros tantos que prestan de una manera fácil, sin complicaciones y lo mejor, sin codeudor, basta con una fotocopia de cédula, un par de facturas o una carta laboral, no importa que no sea real, y ya está, en dos días aprueban el crédito. Comprar un televisor, una nevera o cualquier electrodoméstico es cosa sencilla para nuestra nueva sociedad de consumo, ya no hay razón para no tenerlo.
No obstante, el asunto de los créditos cambia cuando se trata de adquirir uno para estudio ¿Cuál es la razón? Si bien es cierto, algunas entidades ofrecen este tipo de crédito, no deja de causar curiosidad lo complicado que resulta acceder al mismo. Esto obedece a los innumerables requisitos que piden.
A continuación un pequeño ejemplo. Para acceder a un crédito de estudio debe tener en cuenta lo siguiente: historial crediticio favorable, fechas para solicitar el crédito, codeudor, más conocido como el fiador, que por supuesto nadie quiere ser, con historial crediticio favorable y que sea menor de 65 años, tener buen puntaje, entrar a la página, llenar requisitos, el computador debe tener impresora porque el sistema no permite guardar archivos; dependiendo el tipo de estudio que se vaya a realizar hay más requisitos entre otros. Por si fuese poco, existe una gran posibilidad de que no aprueben el crédito, eso sin contar el tiempo que se demora el estudio del mismo.
A lo anterior se suma que a muchos les da pavor pensar en un crédito de estudio por las miles de historias que se escuchan sobre embargos y demandas. Lo que quiere decir, y aunque parezca redúndante, que es más fácil comprarse en televisor de un millón de pesos que tiene todas las facilidades de pago y unos diferidos de ensueño y que además no ponen tanto ‘pereque’, que le presten a uno un millón de pesos para estudiar. Cabe anotar además, que los créditos para educación no tienen tanta propaganda como lo tienen otros créditos.
Por tal razón, en una sociedad como la nuestra, en donde es más sencillo acceder a cualquier tipo de deuda siempre y cuando no tenga que ver con educación, se hace indispensable analizar detenidamente el panorama sombrío que nos espera si no somos capaces de entender qué es más importante y si seguimos permitiendo que nos afecten con todo este bombardeo publicitario que nos convierte poco a poco en incautos capaces de vender el alma con tal de tener algo qué comprar. Aunque, a la hora de la verdad de eso se trata, de hacer que compremos.
Nos tocará esperar entonces que se levante un ejército de doce o más monos o que se forme algún club clandestino que esté dispuesto a liberarnos del yugo de los bancos y los almacenes de cadena que van de la mano del gobierno y sus nefastas políticas corruptas, avaladas por los medios de comunicación por conveniencia, ya que dudo mucho que la mentalidad de consumo vaya a cambiar.
Por tal razón: ¡Felices deudas y próspero año nuevo para comenzar a pagar!
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor, cineasta.