“En el boxeo todo es al revés: si quieres tirar un golpe a la derecha, debes inclinarte a la izquierda. Todo va marcha atrás, como en la vida”, Million Dolar Baby, Clint Eastwood.
De la noche a la mañana, en Ibagué nos volvimos expertos en boxeo. Hablamos sin propiedad de rings, sparrings y movidas. Los taxistas, opinaban sobre su mejor consejo para que Escandón derrotara a Cermeño. Me hizo recordar los breves «cinco minutos de fama» de Montoya en el automovilismo. Surgieron comentaristas, aficionados imprevistos que incluso madrugaban a alentar a su mesías. Hoy, esos mismos ‘leales’ de antaño, no tienen ni idea que Juanpis no brilla en la Nascar, y que el dueño de su equipo no le renovará el contrato para la temporada 2014.
Nadie desconoce las capacidades de Oscar Escandón, y no solo por haber disputado un título mundial, sino por abrirse camino contra la adversidad a puño limpio: un alcalde que le promete casa, las cuentas por pagar de la manutención de su familia, la indiferencia y la desidia, y hasta los granujas que saquean su humilde casa pensando que allí hay oro y millones.
En esa rapiña está quizá la explicación a la reacción popular hacia su ídolo. Todos queremos robarle algo del brillo a Oscar, salir en fotos con él, decir que sí lo estamos ayudando pese a décadas de olvido. Pero también lo sepultaremos sin piedad en la caída. Lo hicimos con Pambelé y lo estamos haciendo con otros. Somos amigos en la subida, pero enemigos e indiferentes cuesta abajo.
Ojalá que el brillo efímero de la fama y del reconocimiento que seguramente le llegará al púgil, no lo encandile y mantenga siempre su talante sereno y reposado, y no lo desborde como a otros, el éxito y la adulación, a veces mezquina y engañosa. A muchos defraudó saber que Julio César Chávez junior, había dado positivo por consumo de marihuana luego de una pelea por el título. La exculpación dada por el boxeador lo acabó de hundir en el fango, pues dijo que ese era el ejemplo que había recibido en casa, viniéndonos a enterar de las travesuras fuera de foco del legendario Chávez sénior, ganador por más de ochenta veces en la modalidad de nocaut e integrante del Salón de la Fama en el ámbito mundial, un privilegio reservado a pocos.
En el boxeo, como en otros deportes, hay mafias, corrupción y engaños. Se vive en función de las apuestas, el lleno de la arena y los derechos de transmisión, pero se deja de lado al ser humano, al fin y al cabo descartable o desechable, según la conveniencia de los avaros. Es recordada la anécdota de una de las peleas Ali – Frazier, llevada a cabo en Manila, cuando el manejador de Frazier desconfió de los tres árbitros contratados por Don King, desde Estados Unidos. Al final, se decidieron por uno local y sin intereses, Carlos Padilla, que salió avante y sin cargarse para ningún lado.
Yo, confieso ser neófito, ignorante y poco amante de las narices chatas, a no ser que sea la de una bella dama. Lo que sé y acabo de reseñar, lo leí en libros o lo vi en el cine. Un extraordinario documental, dirigido por el actor mexicano Diego Luna, retrata de una manera cruda y sin ambages, el auge y la caída de Julio César Chávez.
Me contento con experimentar y saber que aún en esa salvajada puede haber poesía e inspiración para crear. Hemingway, escribió sobre muchas tragedias y sublimaciones de la guerra, como el toreo y las riñas de gallos. Gustaba de calzarse los guantes y subir al cuadrilátero a dar unos cuantos puños. En una ocasión en que con otro escritor medía fuerzas, recibió tal paliza que dudó en intentarlo de nuevo. El árbitro de la contienda, dejó de ser su amigo, pues había dejado correr el cronómetro más de la cuenta: era F. Scott Fitzgerald, otro bardo que habría de consumirse, literalmente, años después en la bebida, la locura, y el silencio creativo.
Por: Alexander Correa C., codirector www.alaluzpublica.com, Contador Público, autor.