Jorge Eliécer Gaitán: el penalista

Hernando Hernández
Hernando Hernández

El 9 de abril se conmemoran sesenta y siete años del asesinato del doctor Jorge Eliécer Gaitán.

Es corriente que en esta efemérides se evoque la actividad proselitista del caudillo que, en contravía del país político, expuso su pensamiento inconforme y lideró un proceso de transformación en Colombia, que se truncó por el accionar de las fuerzas oscuras que se oponen siempre a cualquier cambio que afecte sus odiosos privilegios. Empero, es poco lo que se dice de su actividad como abogado, profesión que ejerció con especial brillo y honradez.

El doctor Gaitán obtuvo su título de abogado en la Universidad Nacional de Colombia. Con grandes sacrificios adelantó su especialización en Derecho Penal en la Real Universidad de Roma, en la que su tesis “El criterio Positivo de la Premeditación” fue aprobada con la mención “Magna Cum Laude” y lo hizo acreedor al premio Enrique Ferri, reconocido padre de la escuela positiva italiana. Con generosidad el ilustre colombiano sugirió que la suma de cinco mil liras que acompañaba la distinción, se destinará para crear el premio “República de Colombia”, para reconocer futuros trabajos en la ciencia penal.

En las diversas audiencias públicas con jurado en las que participó el ilustre colombiano, hizo gala de sus amplios conocimientos de sociología y sicología criminal, pero ante todo, de su cercanía con el pueblo, con sus expresiones, sentimientos, creencias y querencias. En sus exposiciones sobresalía su amplio conocimiento de la literatura y la poesía, a las cuales recurría con frecuencia para soportar sus tesis. Con ardentía defendía las causas y entregaba a los jueces populares un juicioso análisis probatorio que, generalmente, conducía a la absolución de sus defendidos.

Dos sonados procesos serían suficientes para demostrar la altura jurídica del inmolado caudillo. La defensa del periodista Jorge Zawadsky, quien dio muerte al prestante médico Arturo Mejía Marulanda en la ciudad de Cali el 22 de agosto de 1933, proceso en el que fue absuelto el acusado por el jurado, veredicto acogido por el Juez de la causa. El segundo, el juicio adelantado contra el Teniente Cortés, quien fuera exonerado de los cargos en su contra por un jurado de conciencia a la una de la mañana del 9 de abril, esto es, doce horas antes del magnicidio. Los hechos de este último caso se relacionan con la muerte que causó el Teniente Cortés en la persona del periodista Eudoro Galarza y en los cuales Gaitán evidenció la trascendencia del honor militar.

Para concluir su intervención en la audiencia del Teniente Cortés, afirmó el genial penalista: “Yo he sido el primero en conmoverme ante ese ideal de justicia. Cortés sabe qué tareas he abandonado para venir a ocupar el puesto de defensor. Sabe también que yo no tengo más compensación en este juicio que la de pedir una indemnización moral a favor de quien asumió el papel de abanderado del ejército y de su propia dignidad personal. Teniente Cortés: No sé cuál será la respuesta del jurado, pero la justicia la espera y la siente. Teniente Cortés: usted no es mi defendido. Su noble vida, su doliente vida puede tenderme la mano, que yo estrecho con la mía por saber que le estrecho la mano a un hombre de honor, de honradez y de bondad”.

Espero que esta pequeña remembranza sobre las virtudes de penalista de Jorge Eliécer Gaitán, impulse a las nuevas generaciones a conocer su obra jurídica y a luchar por el regreso a nuestro país del añorado jurado de conciencia, columna vertebral de un verdadero sistema acusatorio.

Por: Hernando A. Hernández Quintero, abogado, profesor universitario.

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