
El 15 de marzo de 1993, luego del noticiero de televisión del mediodía, llegué a casa y vi a mi madre frente al televisor – ya va empezar, –dijo con algo de ansiedad –¿Qué cosa madre? –Le pregunté inquieto –¡Padres e hijos! –respondió aliviada. A partir de ese momento, Padres e hijos se convirtió en parte de nuestra familia y de la de cientos de familias de nuestro país e incluso de Latinoamérica.
Pues bien, la serie duró tantos años que llegamos a pensar que no se iba a terminar nunca. A la final, como suele pasar con proyectos de este estilo cuando les dan tanto alargue, comenzó a ponerse aburridora, molesta y sufrió el típico estancamiento porque ya no sabían qué más inventar. El 21 de agosto del 2009, la ya no tan famosa serie, terminó. Sin embargo, quienes crecimos viéndola la recordamos y la recordaremos por mucho tiempo; de hecho, hoy en día vemos que dejó grandes enseñanzas para unos y otros, especialmente para los políticos de Colombia.
Así es, como una autentica serie de televisión se puede catalogar los comportamientos y discursos de los políticos colombianos. Todo lo que ocurre en su actuar público parece escrito por un guionista que solo quiere agregar tramas y tramas para poder alargar la serie. Por ejemplo, es muy normal que situaciones como las de la tristemente famosa tía Martuchis y sus descachados nexos con el narco, son solo una tragedia familiar. Una de esas que ocurrían todo el tiempo en padres e hijos y que nos acostumbramos a ver después del almuerzo. Una suerte de postre que con el paso de los años ha vuelto a más de uno insensible frente a casos de muerte, violencia y corrupción.
Del mismo modo, hoy por hoy podemos decir que son tan buenos muchos los hijos del innombrable o Matarife como le llaman; son tan emprendedores con sus negocios familiares, que hasta causan admiración. Y ni hablar de los viajes familiares de Duque, el dizque presidente del país o los del fiscal que antes de ser fiscal es padre de familia y va a seguir viajando a costillas de erario porque esa es su misión en esta vida. Creo que muchos de nosotros soñamos con darnos esos gustos y que no nos cuesten un peso, pero, cuando hacemos ese tipo de cosas las pagamos con nuestro dinero.
Vemos también a periodistas que utilizan a sus hijos como parte de este show mediático, lo mismo a Ministros, Gobernadores, militares y toda esta plaga que, sin el menor reparo, atribuyen todas sus fechorías a cuestiones familiares. De hecho, sus actuaciones merecen todo tipo de premios, realmente son los mejores a la hora de dejar salir la lágrima con la voz quebrada. Dicen cosas sin querer queriendo, desmienten con tranquilidad descarada lo que se escucha en grabaciones, celebran contratos entre los suyos, se reparten los puestos entre padres e hijos y hasta suegras, y luego salen a decir que todo vale ya que solo piensan en el bienestar del país.
En conclusión, no hay duda que estos personajes juegan, literalmente juegan a crear sus novelas en esta patria boba de realitys y series que pueden durar años y años, aunque el contenido sea insípido y sin sentido. Sus montajes son tan buenos que logran enganchar a sus seguidores, los mismos que los apoyan y defiende a capa y espada porque al final como dijo Rubén: “familia es familia y cariño es cariño”.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.