Dos escritores tolimenses, William Ospina y Libardo Vargas Celemín, publicaron hace pocos meses sendos trabajos culturales, que de manera coincidente tienen por objeto hacer visible la lucha por la tierra en el Tolima y Colombia, y la consecuente estela de violencia que a causa de ella se genera. Ospina, en su novela Guayacanal y Vargas Celemín en el cortometraje La Cauchera, del cual es guionista, con una magnífica producción de Hugo Andrés Quintero.
La reconstrucción en detalle que hacen los autores en sus obras de la utilización de la violencia y el aparato estatal como instrumento de concentración de la propiedad territorial, nos permite no solo comprender el delicado problema heredado, sino entender que mientras en nuestra sociedad no se adopten reales y verdaderas soluciones, éste seguirá siendo uno de los mayores factores generadores de desigualdad y criminalidad.
Ospina, con su prosa describe el problema desde La Conquista y soportado en documentos detalla la generosa manera como La Corona desde España fue entregando títulos de una tierra ajena, dando lugar a la primera gran concentración territorial en el Tolima y la posterior naciente región antioqueña. Propiedades que después de la independencia se conservaron y ampliaron material y legalmente, surgiendo así una de las castas mas poderosas de Colombia.
Y como si hubiera existido previo acuerdo entre los dos escritores, Vargas Celemín en su libreto singulariza el problema y lo dramatiza en cabeza de una familia ibaguereña, cuyos integrantes – los padres y un niño – son forzados a abandonar su predio por el acoso violento de la macabra tenaza que en nuestra historia han creado autoridades públicas y terratenientes.
Coincidente además, porque el tema que abordan los autores generó como política pública estatal hace exactamente 60 años (1959), después del período conocido como ‘La Violencia’, el placebo social que hoy conocemos como Festival Folclórico Colombiano y que es celebrado cada año, con disciplina y creencia por el pueblo tolimense.
En Colombia el problema de la concentración de la tierra está mas que vigente. Y por su causa se han generado y se siguen generando muertes, desplazamiento y violencia. Y como lo describe Ospina en su libro, retomando un poema del nadaísta Gonzalo Arango a raíz de la muerte de quien se hizo ‘celebre’ por sus actividades criminales y apodaban ‘Desquite’: “si Colombia no aprende a brindarles un destino de dignidad a sus hijos, Desquite volverá a nacer muchas veces más.”
Un presagio hecho realidad y que en el presente gobierno (?) de Iván Duque Márquez ha llevado a la tumba a cientos de líderes sociales, en su mayoría luchadores reivindicantes de tierras, perseguidos y asesinados por la misma tenaza que despojó de manera violenta a la familia ibaguereña del cortometraje del Maestro Vargas Celemín.
Violencia que pervive, con más presente que pasado.
Por: Iván Ramírez Suárez, abogado, docente universitario.
@jiramirezsuarez