Casi diez años esperamos los fanáticos del cómic y del filme, para no sorprendernos en lo absoluto.
No todo es malo en esta secuela de la Sin City de 2005. La imagen, los efectos, la atmósfera del cómic original se conservan y se superan en esta nueva entrega dirigida por Robert Rodríguez y Frank Miller, y con guión del mismo Miller.
Ambos, precursores de filmar con fondos verdes y casi con los actores actuando a ciegas, logran llevar al espectador al interior mismo de las páginas del tebeo, con el complemento del 3D.
La cinta, es una secuela que encuentra a la stripper Jessica Alba, consumiéndose en su odio por la muerte de Hartigan (Bruce Willis). Pero también registra un manejo curioso del tiempo (precuela) que muestra a Marv (Mickey Rourke), en juergas y borracheras, cuando en la primera parte lo vimos morir en la silla eléctrica.
Además, anda por ahí un hijo no reconocido del senador Roark (Joseph Gordon-Levitt), quien quiere ajustarle cuentas.
¿Qué falló?
Esperaba encontrar a buena parte de los actores del reparto original. Pero Dwight McCarthy, ahora es encarnado por Josh Brolin, dejando de lado a un notable Clive Owen. Brolin, lo hace bien, pero apenas para el registro.
Otros actores cambiaron, por fuerza mayor y sustracción de materia: el corpulento jefe mafioso Manute, es ahora Dennis Haysbert, todo porque el original Michael Clarke Duncan, murió de un infarto hace meses. Ahora sabemos por qué Manute es tuerto y reemplaza su ojo con una pepa de oro: Marv se lo arrancó, con inocultable sadismo, en una pelea.
Lo mismo para el personaje de Brittany Murphy, fallecida por abuso de sustancias, que hacía un sin igual dúo con Benicio del Toro.
Del Toro, no aparece, y se extrañan las escenas dirigidas por Quentin Tarantino (director invitado) en la película de 2005. Cómo olvidar el diálogo entre Clive Owen y Del Toro, con la garganta rebanada de oreja a oreja, en un auto que se queda sin gasolina.
El personaje de Michael Madsen, del policía que dispara por la espalda a Hartigan, fue cambiado y ni para qué citar a quien ahora lo interpreta.
Ni siquiera la ninja que corta cabezas y rebana miembros es la original, pues fue reemplazada por Jamie Chung.
Este es un punto que me parece falló en Sin City 2. Los directores se quedaron en la mera espectacularidad de las escenas, en que la sangre brote a borbotones, las flechas atravesando cabezas, y descuidaron la sicología de los personajes de la primera cinta. Rodríguez, parece víctima del mismo mal que llevó al traste a Machete Kills, cuando la primera cinta había despertado buenas críticas y recaudación.
Se desperdició a Mickey Rourke y su capacidad interpretativa, lo que sí vimos en la entrega anterior. Ahora lo padecemos repartiendo golpes, tiros y cuchilladas sin ton ni son.
Patética la aparición de Hartigan (Willis), en espejos, o visiones de otros, sin aportar nada a la trama. Hasta el final es predecible y digno de novela rosa donde los malos sí reciben su merecido. En el metraje creo que sobraron los bailes eróticos de Jessica Alba, quien es una stripper que no queda ni en topless, para decepción de los amantes del nudismo.
Ni la visita al otrora vistoso Old Town, la cuna de las meretrices, resulta atractiva. Exceso de cuero, latex, exhibicionismo y sensualidad fingida.
Para el recuerdo queda también el papel de la femme fatale Ava Lord (Eva Green), quien con su cuerpo y dotes de seducción logra engatusar y enloquecer a media ciudad. Los hombres pierden la razón después de poseerla y harán lo que sea por retenerla a su lado. ¿No es acaso esa eterna lucha entre Eros y Tántatos en la que se debate nuestra vida? Ese segmento, sí es manejado de manera impecable por el binomio Miller – Rodríguez.
Rescatable el papel de Joseph Gordon-Levitt (Johnny), quien como un hábil jugador de cartas reta al hombre más poderoso de la ciudad, el senador Roark, en una batalla sin igual de varios episodios, en la que además busca redimir su negado derecho de filiación.
Hay hasta cameos (apariciones breves) de los dos directores, y de Lady Gaga, como la dependiente de una cafetería.
El público recibió con tibieza Sin City 2, no retornando ni el diez por ciento de lo que los productores invirtieron en ella, más de 70 millones de dólares, en las salas donde se estrenó.
Nos quedamos con la primera y sin mucho lugar a discusiones para una improbable tercera entrega.
A mi ocurrió lo que al crítico Justin Change de la revista Variety: “es realmente raro que una película que cuenta con tal cantidad de pechos desnudos, golpes a la entrepierna y cabezas cortadas, te tenga mirando el reloj cada 10 minutos”. No sé a ustedes cómo les vaya.