Desfile de San Juan
Desfile de San Juan

No me gusta del folclor

Desfile de San Juan
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Algunos disfrutan de otra manera las festividades.

Confieso que tengo mucha resistencia a las fiestas de junio, en parte por una moderada agorafobia que padezco, y por el trauma que tuve en mi temprana niñez, cuando a mi madre se le dio por vestirme y maquillarme de Mohán, para ser transportado en una carroza, para risa y divertimento de las masas, en un malhadado desfile del folclor.

He aquí una lista de pendientes sobre los que los ibaguereños deberíamos tomar atenta nota:

– No me gusta del folclor, la estridencia de las chivas rumberas. ¿El reggaetón es música autóctona?

– No me gusta la arrogancia de cualquier advenedizo que se le da por cerrar la calle aledaña a su casa. Bien sea para folcloritos, o sacar el bafle para emborracharse a todo tiro.

– No me gusta la tortura a la que someten a los caballos sus jinetes, y amazonas, todo un día de completa juerga. Amén de que tapizan las calles con sus heces. La alternativa de estos años anteriores me ha gustado: los caballitos de palo.

– No me gusta la proliferación de ‘cosquilleros’, ‘tomaseras’, y simples granujas, que buscan hacer su agosto en junio. ¿Los carteristas convocaron a las reservas?

– No me gusta la ocupación del espacio público en la carrera Quinta, con riesgo para peatones, ancianos y discapacitados. Tampoco, el daño que se hace a las plantas de los separadores, que esmerados empleados y contratistas (cobrando, por supuesto), se demoran en hacer crecer el resto del año.

– No me gusta el estado de algunas calles del Centro, y avenidas principales, carcomidas por los huecos y la desidia. Las rejillas de la carrera Tercera, dan verdadera grima.

– No me gustan los elevados precios de algunos eventos, como los convocados en el Teatro Tolima, la Concha Acústica, o la Feria Agropecuaria. Para consuelo del bolsillo o de los gastadores, los tablados populares: a riesgo de botellazo, tiro, o navaja ventiada.

– No me gusta la odiosa sapiencia de “los expertos en folclor”, que nos hace aborrecer aún más escuchar radio o encender el televisor en el canal local.

– No me gusta la sospecha de amaño en algunos fallos de los jurados.

– No me gusta el saldo en rojo, o a ras con ras, que arrojan los balances de la Corporación Festival Folclórico. Pese a que hay millonarios patrocinios (públicos y privados), las cuentas no cuadran.

– No me gusta la morbosa curiosidad de algunos turistas que quieren probar la olla de moda o el sitio de chicas más candentes. Como si uno mantuviera en esos lupanares. Debería diseñarse una señalización especial para el “todo a dos mil” de La Variante.

– No me gusta ver a padres de familia empeñando para tomar trago, cuando los niños en casa pasan necesidades.

– No me gusta la incontinencia de los borrachitos que van tomando calles y arboles como improvisados excusados. Eso, para no pagar la tarifa en los baños públicos.

– No me gusta la chabacanería del ‘Traga Tamal’, un insólito concurso donde ganaba dinero el que más unidades del plato típico deglutiera. A riesgo de una congestión. Este año, no se vio la singular convocatoria.

– No me gusta la basura que queda en algunos escenarios después de los eventos. Léase Concha Acústica (con sus eternos malos olores), o el parque Murillo Toro.

– No me gustan algunos negociados que han florecido a la sombra de las fiestas, y que poco retribuyen a la comunidad los ingresos que perciben.

– No me gusta el espectáculo brindado por tanto menor de edad, echando paso en los tablados. Algunos quedan tirados en el piso por la exagerada beodez que acometen.

El resto de cosas sí me gustan: el sentimiento hacia lo autóctono, la reivindicación de los valores, vestir el traje típico con orgullo, la música raizal, las danzas, transmitir el legado cultural a los pequeños, degustar los platos típicos, encontrarnos con quienes hace rato no vemos…

Tantas cosas, que sin duda, fueron las que motivaron a don Adriano Tribín, y a un puñado de soñadores a concebir las fiestas con las que disfrutábamos año a año, en la otrora villa ilustre que fue Ibagué, la capital tolimense.

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