Este 22 de abril de 2016 se conmemoran 400 años de la muerte de don Miguel de Cervantes Saavedra, el más grande escritor español de todos los tiempos, autor de El Quijote de la Mancha, una de las grandes obras de la literatura universal.
Mientras que cientos y cientos de estudiosos en todo el mundo y durante varios siglos se han ocupado con dedicación a estudiar la vida y obra de Miguel de Cervantes Saavedra también conocido con el equivocado apodo de ‘El Manco de Lepanto’, ya que su mano izquierda estaba era inmovilizada, aquí nos referiremos a un episodio de su historia que tiene directa relación con nuestro país.
Eduardo Lemaitre en su texto “Historias detrás de la historia de Colombia”, editado por Planeta en 1994, dedica un capítulo al interés que tuvo Cervantes Saavedra de terminar sus días en Cartagena de Indias, según pruebas documentales que existen en el Archivo de Indias donde “pide y suplica humildemente” al presidente del Consejo de Indias nombrarlo en cualquiera de los cuatro cargos que estaban vacantes para entonces, entre los que figuraban la contaduría en el Nuevo Reino de Granada o en las Galeras de Cartagena.
La solicitud, como en cualquier aparato gubernamental de nuestra época, bueno es que somos hijos de España, pasó por nueve manos para desatenderla y finalmente terminar el documento con una nota al margen escrita por el oidor Diego de Núñez de Morquecho que dice “busque por acá en qué se le haga la merced”. Este suceso es de mayo de 1590 cuando aún no había escrito El Quijote, creyéndose que la obra fue concebida o empezó a escribirla cuando estuvo preso en 1597 en la Cárcel Real de Sevilla, siendo su primera parte publicada en 1605. Siglos después ante una eventual designación de Cervantes como contador de galeras en Cartagena surge el interrogante: ¿Si habría podido escribir El Quijote? Muchos lo ponen en duda, pero anotan que tendríamos otra creación inmortal.
El mismo Eduardo Lemaitre expresa que ante este interrogante un escritor americano respondió que “agradezcamos al Dr. Núñez Morquecho (en vez de baldonar su memoria) la vulgaridad burocrática de respuesta. Sin ella, Cervantes habría pasado a la Indias (muy probablemente a la calurosa Cartagena) y quizá tendríamos otras obras, preciosas como todas las suyas, pero nunca la historia del ingenioso hidalgo de La Mancha. Y no es que por acá no se pueda escribir, y muy bien, de lo que hay pruebas superabundantes, sino que, en el caso de haber resistido y sobrevivido a la ‘chapetona’ (es decir a la adaptación al clima), otros temas, tal vez muy interesantes, pero sin duda menos trascendentales, habrían estimulado su imaginación y movido su pluma”.
Pero Pedro Gómez Valderrama en su hermoso cuento “En un lugar de las Indias”, publicado en 1973, recrea esta situación en Cartagena, donde el escritor es Alonso Quijano y el personaje Miguel de Cervantes. En uno de los párrafos finales dice el cuento: “el paso más trágico del relato de Don Alonso, es el momento en que Don Miguel, hebetado por las enfermedades, sin voluntad de reaccionar, sin deseos de regresar a la madre patria, consumido en el alcohol y la sensualidad siniestra de la mulata, llega a un despego tal de todo, que nada le importa. No le importa ser ajusticiado por malversador, al no rendir correctamente sus cuentas. No le importa que, al salir a la calle, sus amigos de hace dos años cambien de acera para no saludarle. Pero el síntoma mayor está en el relato que hace el ingenioso hidalgo Don Alonso, del momento en que el médico pregunta a Don Miguel qué ha hecho con el gran paquete de su obra literaria, y Don Miguel, indiferentemente, responde que lo ha dado a Piedad, que lo ha utilizado para encender el fuego «Debe quedar —murmura— algún soneto…»
En los 400 años de inmortalidad de don Miguel de Cervantes Saavedra, despidámonos con su sabia reflexión: “me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una variedad de su especie”.
Por: Miguel Salavarrieta Marín, comunicador social, periodista.