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La ética periodística en Colombia tiene más cuartos que un hotel de putas

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Recuerdo mis inicios en los medios de comunicación, especialmente en la radio, cuando llegaban a las cabinas todos esos muchachitos y muchachitas, por aquello del lenguaje incluyente, de algunas universidades de Ibagué para hacer sus prácticas. Entraban a las salas de redacción o al máster con sus ojos bien abiertos y con una sonrisa de oreja a oreja como si hubiesen llegado al paraíso. Las mismas expresiones que, quizás, tuve yo y que tenemos todos los que alguna vez creímos encontrar en los medios la máxima expresión de la comunicación veraz y oportuna. Aunque esos tiempos y ese pensamiento cambió abruptamente cuando esos mismos universitarios comenzaron a pensar que ser comunicador social o periodista era ser modelo o youtuber.

Por supuesto, he hecho un salto en el tiempo muy grande porque no es cierto que el periodismo o la comunicación social desde sus inicios haya contado con la ética que se requiere para ejercerla, no. Basta con dar una mirada a la historia de la misma, no solo en Colombia, sino alrededor del mundo, y nos daremos cuenta cómo los medios han permeado guerras, conductas, pensamientos, elecciones y demás.

Durante cada tiempo y época los medios y su gente han sido ficha clava para hacer las jugadas de los gobiernos de turno; por supuesto no les voy a dar una lección de historia, solo quiero hacer un pequeño recuento de cómo el periodismo, sobre todo el de nuestro país y, el de ciudades como Ibagué, han perdido el rumbo. Por ejemplo, no es un secreto que la gran mayoría de los que se hacen llamar periodistas en la ciudad música y en el Tolima, se la han jugado toda por los contratos, los favores políticos, por conseguir incluso quien le arregle la vida económica frente a su incapacidad de salir adelante por su propia cuenta y, también vale la pena mencionar a todos aquellos que han tenido la desfachatez de hacer campañas políticas esperando un cargo para el mismo o los suyos. Y se los han dado; y se los siguen dando.

De igual manera, están lo que se quedaron mendigando por una pauta, esos que van de almacén en almacén cambiando publicidad para poder comer o, incluso para vestirse, sin dejar de lado a quienes mandan a cambiar lechonas por publicidad para poder tener una merienda para sus empleados en alguna fecha especial como navidad. Aunque el tema de los cupos o de esa publicidad mendiga ha tenido algunas variaciones hoy en día, más, con la pandemia.

Son tantas y tantas historias y secretos a voces que más de uno conoce sobre el periodismo local y nacional que afirmar que la ética periodística colombiana tiene más cuartos que un hotel de putas, y espero que Gabo no se moleste en su tumba por utilizar su frase, no falta en lo más mínimo a la verdad. Desde los más altos exponentes a nivel nacional, hasta los más desconocidos periodistas a nivel local, tienen precio, no todos, por supuesto, pero sí una gran mayoría y ahora con el caso del Matarife o Álvaro Uribe Vélez, se ha desenmascarado a los Dávila, Sánchez Cristo, los de la vieja escuela, y otros que, en su momento gozaban de credibilidad y de la popularidad que todos esos muchachitos que están estudiando comunicación social sueñan con tener.

En verdad no es una exageración decir que el periodismo en Colombia atraviesa por una decadencia nunca antes vista; además de encontrarse dividido entre los prepagos y los que se la juegan por hacer bien uno de los trabajos más importantes para cualquier país del mundo: informar y sacar a la luz la verdad. Aunque lo más preocupante de todo esto es ver justamente a esos muchachitos y muchachitas de ahora que quieren hacer parte de esos cuartos de putas, prostituyéndose, vendiéndose al político de turno, haciendo campañas irrisorias sin siquiera investigar a fondo quién es el personaje que defienden, endiosando a los mismos porque tienen una cara bonita, un discurso bonito, un olor a señor o señora de alta alcurnia o porque promete los mismos puentes de siempre y el muchachito o la muchachita juran que dicho personaje sí lo va a cumplir además de darles un contratito para que puedan sobrevivir o para callarle la boca a su familia que insistió en que estudiara otra cosa.

La necesidad tiene cara de perro, dicen por ahí, y tal vez a la hora de verdad a pocos les importa, la necesidad es grande y ser periodista recién graduado o en formación es cosa jodida, mas, cuando se piensa que mostrando el culo se puede llegar lejos o dando lecciones de maquilla o copiando mal, muy mal a Jaime Garzón y saliendo a decir cuanta pendejada se le viene a la cabeza o porque lo vieron publicado en una red social.

En resumidas cuentas y si vamos a hablar de periodismo, ética, cuartos, putas y prostitución, como dijo Bukowski:

«Prefiero las ‘putas’ porque son más decentes. No mienten, siempre exhiben lo que son, no engañan. De ninguna de ellas he recibido traición, al contrario, hablan, actúan con la verdad. A quiénes temo, es a las mujeres ‘buenas’, ‘decentes’, pues por salvaguardar su ‘decencia’ son capaces de cometer las peores indecencias«.

Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.

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Una opinión

  1. Siempre lo diré.en ibague el 95% del periodismo que se ejerce es de » estomago» amparados o esperanzados en los politiqueros de turno.enlas prebendas que estos puedan ofrecer siempre y cuando lis apoyen.

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