
Entran a la cabina de radio Wells más conocido como el locutor estrella y el director del programa Smith. Saludan a Kevin, el chico que hace las veces de supernumerario o locutor control.
—Y bien ¿Está todo listo para nuestra emisión de hoy?
Pregunta Wells a Kevin.
—¡Sí señor! Tenemos listos los sonidos, los efectos, todo.
Responde el chico con diligencia.
—Comenzaré la narración. A mi señal dejas rodas la cortina noticiosa. Necesitamos llamar la atención. Ya lo verás chico, hoy romperemos los récords de sintonía.
—¡Así será señor Wells! Estoy seguro que hoy hará historia.
Wells se acomoda en su silla, hace un ademán de complacencia a Kevin y, como si se tratase de un maestro de orquesta, leva su mano derecha mientras hace una señal para que ruede la melodía. Entre tanto, la población en distintos lugares comienza a escuchar la estruendosa cortina noticiosa que se utiliza para las noticias de última hora. Poco a poco, en cada hogar y lugar, las personas se van reuniendo alrededor de la radio expectantes ante la llamativa señal.
Se escucha la voz de Smith, el director del programa.
—¡Atención! ¡Alerta! ¡Última hora! Adelante Wells ¿Qué está sucediendo en el lugar de los hechos?
—Señoras y señores, me encuentro en estos momentos con el doctor López, estamos observando una extraña máquina que ha abierto un cráter enorme. Las autoridades están por todas partes tratando de controlar la situación. Piden a las personas que no se acerquen.
Se escuchan ruidos de sirenas y caos. Smith indaga:
—Pero ¿Qué es lo que ven exactamente Wells?
—Es una máquina, parece… parece una especie de…
—¿De qué hombre? ¡Hable de una vez por todas!
—Es que se parece a un pulpo o una araña metálica gigantesca.
—¿Al fin qué? ¿Pulpo o araña?
—Sí, sí, es una máquina en forma de araña. Algunos testigos dicen que la vieron caer desde el espacio. Otros dicen que emergió del fondo de la tierra. Lo cierto es que ahí está. Tiene una cabeza redonda y unas patas largas. El doctor López está hablando con las autoridades competentes para que lo dejen pasar. Me uniré a él.
—¿Y qué hace la dichosa máquina Wells?
—Por ahora nada Smith. Está ahí como… ¡Un momento!
—¿Qué sucede?
—¡Se está moviendo! ¡Oh por Dios se mueve!
Se escucha el sonido metálico de la máquina. Las personas en sus hogares no logran comprender de qué viene la transmisión, pero, no se pueden separar de sus radios. Los teléfonos de la estación de radio comienzan a sonar.
—¡Sí! Ahí tienes Kevin, un verdadero maestro de la radio ese Wells.
—¿Contesto señor?
—No, no, deja así. Ahora viene la mejor parte.
Los sonidos industriales se mezclan con el de sirenas, gritos pidiendo ayuda y un sonido extraño que parece ser una suerte de rayo eléctrico. Wells continúa:
—Señoras y señores la máquina se mueve y nos está atacando. La máquina lanza un extraño rayo y desaparece a todo aquel que lo toca. ¡No salgan de sus casas! ¡Repito! ¡No salgan de sus casas! ¡Esto es muy peligroso!
Los oyentes corren a cerrar puertas y ventanas, algunos van a sus refugios mientras los niños se echan a llorar. Wells sigue la narración:
—He perdido el contacto con el doctor López, un rayo lo ha alcanzado ¡Dios! ¡Esto es el día del juicio final! Pero…
—¿Pero qué Wells? ¿Qué sucede?
Pregunta alarmado Smith, como si realmente estuviese viviendo el momento. Kevin lo observa con asombro sin perder de vista sus manos sobre la consola abriendo y cerrando micrófonos y dando clics a teclas que producen un nuevo sonido. Wells vuelve a hablar:
—No es una máquina, son varias y detrás de ellas… ¡Dios mío!
—¿Qué pasa Wells? ¿Qué ha visto usted?
Smith grita con angustia. Las personas en sus casas lloran desesperadas y rezan a Dios y todos sus santos. Los teléfonos no paran de sonar. Los efectos de sonido se intensifican. Wells continúa:
—¡Señoras y señores! Hay una enorme máquina, parece que es la nave nodriza. Intentaré acercarme para ver más de cerca.
—Tenga cuidado Wells, es usted un valiente, un patriota.
Adula Smith a Wells mientras mira con malicia a Kevin. Wells continúa:
—Se está abriendo una especie de compuerta, parece que uno de esos seres va a salir, tendremos un contacto con estos seres. Repito, uno de estos seres se va a comunicar con nosotros, pero, no creo que sea en son de paz.
Wells hace señas Kevin y a Smith para que suban el volumen de los efectos y para que cierren los micrófonos de la sala de control y de la cabina de transmisión. Smith le pregunta a Wells:
—¿Todo listo Wells?
—¡Por supuesto Smith! ¡Cuando quieras!
Kevin los mira atolondrado.
—¿De qué hablan señor? ¿Todo listo para qué?
—Tú tranquilo Kevin, observa y aprende. Abre micrófonos que viene la parte final.
Wells asiente con la cabeza y sonríe, luego pone un ademán de angustia.
—Señoras y señores ¡Esto es increíble! La nave nodriza se ha abierto, de su interior ha salido un ser monstruoso. Es la personificación del mal. Es aberrante ¡No sé cómo describirlo! ¡Lo estoy viendo!¡Es él! ¡Lo estoy viendo! Lo estoy…
—¡Por Dios Wells! ¿Qué está viendo?
—¡Sí! ¿Díganos que ve?
Grita Kevin al tiempo que Smith le da un coscorrón al darse cuenta que el chico ha perdido la noción de la realidad. Wells mira a Kevin con furia y continúa:
—Es… es… ¡Oh por Dios! ¡Es el culpable de todo este apocalipsis!
—¿Quién es? ¡Dígalo de una vez por todas Wells! ¿Quién es el maldito ser que nos ha traído tanta desgracia?
—¡Es Gustavo Petro!
—¿Gustavo Petro?
Grita Smith con voz de reproche, mientras se agarra el cabello.
— ¿Gustavo?
Pregunta Kevin con un ademán de incredulidad, para después volver a preguntar con el micrófono abierto:
—¿Gustavo Petro señor Wells? Pero… pero…
Kevin recibe otro coscorrón por pare de Smith quien le hace señas para que se concentre. Wells grita con gallardía:
—¡Sí! ¡Es Gustavo Petro! ¡Es el responsable de esta terrible invasión! ¡Oh por Dios! ¡Me ha visto! ¡Petro me ha visto y viene hacía mí! ¡Va a lanzar su rayo de muerte sobre mi humanidad!
Se escucha un estruendoso sonido de rayo eléctrico; las personas en sus casas gritan alarmadas. Smith grita:
—¡Wells! ¡Oh por Dios Wells! ¿Se encuentra bien?
Una larga pausa invade a los corazones de los oyentes quienes sostienen sus respiraciones como si de ella dependiera la vida de su héroe. Luego de unos instantes se escucha la voz agonizante de Wells.
— Ayu… ayuda… Petro, Gustavo Petro me… es él el culpable…
El suspiro de Wells se clava en los oídos de la gente que, desconsolada se ataca a llorar y comienzan a gritar maldiciones en contra de ese tal Petro. La transmisión se corta abruptamente. En algún lugar, un niño abraza a su madre y llora, para después preguntar:
—Mami, mami ¿Es cierto?
—¡Sí amor! ¡Es cierto! Gustavo Petro resultó ser un alienígena y está aquí para acabar con la raza humana ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros!
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.
Una opinión
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