«Quizás la más grande y mejor lección de la historia
es que nadie aprendió las lecciones de la historia«
(Adolfo Hitler)
Mucho se habla del trabajo espantoso que llevaron a cabo los Nazis. De hecho, se referencia a todas estas atrocidades como si se tratase de una suerte de fuerza alienígena que vino a someter a la humanidad sin que esta hubiese podido hacer nada contra ellos.
Pero, cuando uno se pone a detallar ciertos aspectos de esta historia de terror, uno se va dando cuenta que los alemanes de aquella época, al igual que muchas otras poblaciones que han causado horripilantes actos, no llegaron a tanto por sí solos, no; todos ellos tuvieron cómplices a su lado.
Lo mismo si hablamos de la esclavitud, de la inquisición y de todas esas aberraciones de esta mal llamada humanidad enferma que se niega a entender que existe algo que se llama la diversidad y que justamente eso es lo que nos hace tan ricos como especie.
Como sea, hace poco llegó a mí un material periodístico que llamó mi atención. Primero, porque son pocas las personas que se atreven a denunciar algo así y segundo, porque causa espanto saber que hoy en día se siguen llevando a cabo estas prácticas macabras y, sobre todo, viniendo de un lugar al que muchos le llaman el paraíso y a donde cientos de personas quieren llegar.
Si quieren saber de qué se trata aquí les dejó el link:
En resumidas cuentas, las prácticas horribles y la barbarie humana no han terminado, siguen ahí, latentes, simplemente, el desconocimiento de la historia o de las mismas leyes, aunque, como lo podemos ver las leyes del hombre están hechas justamente para favorecer a los mismos de siempre, son la herramienta favorita de estos personajes hipócritas que lo único que buscan es alcanzar sus objetivos o, a lo mejor, siguen el encomendando de don Adolfo cuando dijo: «Ante Dios y el mundo, el más fuerte tiene el derecho de hacer prevalecer su voluntad«.
En fin, por el momento seguiremos denunciando y evidenciando toda esta crueldad porque no podemos callar, aunque hayan encontrado la forma de hacernos legalmente esclavos.
Por: Luis Carlos Rojas García, escritor.