La colectividad tuvo unos resultados electorales paupérrimos.
Para Gobernación, no pudieron llevar a la candidata con la que iban en coalición, Rosmery Martínez, en un proceso que pudo tener a candidatos propios que quizá hubiesen hecho agitar el trapo rojo, como la propia Olga Beatriz González.
Para Alcaldía de Ibagué, aunque perdieron, puede decirse que al menos sacaron la cara con Camilo Delgado, pero como el candidato prácticamente estaba solo contra la corriente, esos votos son mayoritariamente del exconcejal que andaba repartiendo tinto y charlando con la gente en las calles, para alcanzar 25 mil votos.
Un solo concejal de Ibagué, Javier Mora, es la evidencia triste de la decadencia de una colectividad que era mayoría en el Cabildo y que llegaba a poner cuatro o cinco curules, en sus mejores tiempos.
En la Asamblea sí hubo renovación y salieron dirigentes ya desgastados y con nulo trabajo comunitario como Graciela Vergara o Jaime Ospina. Carlos Reyes se mantuvo con la credencial pese a no tener grandes recursos y competir contra las maquinarias regionales.
El panorama de alcaldías en el ámbito regional también es pobre: unas pocas obtenidas y otras en coalición.
La tiene difícil el liberalismo para recomponer fuerzas y en dos años trabajar para las elecciones a Congreso, cuando no tienen senador, y el representante Ángel María Gaitán, ni suena ni truena.
Parece que Gaitán anda dedicado a lo que más le gusta hacer: rotar cada tanto las cuotas y corbatas de su Unidad de Trabajo Legislativo, para pagar favores y mantener la clientela.
Se dice que Olga B. buscaría Cámara en 2022, o que la renovación la podría encarnar Camilo Delgado. Además, le ha llegado el tiempo de retiro forzoso a los viejos gamonales liberales como Guillermo Santos, Mauricio Jaramillo o Jorge Eduardo Casabianca.
Amanecerá y veremos.