Un ejercicio ficticio de imaginar lo que haría el autor, de llegar al primer cargo de elección popular de Ibagué.
No recibiría cheques de contratistas ni de ingenieros, que quieran aportar para “los gastos de la posesión”.
Desterraría a los orlandos, jorgetulios, jaramillos, chuchos, agustines, rasputines, y a cualquier otro personaje con idéntico proceder y apetitos contractuales.
Los procesos licitatorios serían de cara a la comunidad, y adjudicados en audiencias públicas. Denunciaría a la Fiscalía intentos de soborno y ofrecimiento de coimas por adjudicaciones amarradas.
Erradicaría el tráfico sexual entre jefes y subalternos, y el estupro que se denuncia, ocurre en las oficinas públicas.
La provisión de cargos se daría por méritos y carrera administrativa, y no por recomendaciones políticas.
No emplearía a familiares de senadores, representantes, magistrados o alcaldes, para que a mí me devolvieran el favor en otras latitudes, y no se notara tanto.
Con acompañamiento de la Fiscalía, la Procuraduría, las universidades, y otros entes, ordenaría una revisión y confrontación de cada hoja de vida, con anexos de estudios y certificados de carreras profesionales, de empleados y contratistas. En esta temporada del escaneo, del copy and paste, muchos funcionarios se ‘graduaron’ en una litografía.
Declararía insubsistentes, el primer día de labores, a Arlén Márquez, Diana Gaitán, Ángel María Gómez, y otros, que llevan varios períodos enquistados en la administración pública, convertidos en una especie de intocables.
No daría mermelada a los concejales, ni apoyaría mayorías ni coaliciones. Tampoco intervendría en la elección del Personero ni del Contralor.
Haría efectivas pólizas y cláusulas de cumplimiento a contratistas que no entreguen obras a satisfacción.
No iría a cocteles, ni a eventos frívolos, ni jugaría golf en el Campestre, con los ‘amigos’ de conveniencia.
No daría citas en privado para propuestas indecorosas. Instalaría sistemas de grabación de audio y vídeo en el despacho, para que todas las actividades queden registradas.
No permitiría que familiares ni relacionados, conformen empresas de papel con terceros, y empiecen a contratar dotaciones, impresos, kits escolares, desayunos, arreglo de vías, y demás.
No le metería la mano a procesos electorales, ni a los de Congreso, ni a los regionales donde se trata a toda costa de dejar sucesor y seguir gobernando por interpuesta persona.
Dejaría de aplicar el eufemismo de “el alcalde está en Bogotá gestionando”, cambiándolo por verdadera gestión ante los entes nacionales, cuando se requiera. Mandatarios ingratamente recordados como Barreto, o ‘Chucho’ Botero, tenían apartamentos en otras ciudades donde aprovechaban para parrandear y llevar una vida licenciosa, que no podrían mantener en Ibagué con tantos ojos puestos encima.
Mucho menos viajaría al exterior para “realizar acuerdos de cooperación internacional”. En algunos casos, se sospecha que esos desplazamientos tienen como fin abrir cuentas en paraísos fiscales, para trasladar el dinero esquilmado al pueblo; o hacer negocios con comisión de por medio, como el extraño viaje de Bejarano a China, cuando quería atornillarse en la gerencia del Ibal. O Bocanegra cuando compró en Estados Unidos el vactor.
No tendría asesores en comunicación. Con las redes sociales y el internet, mantendría informados a mis electores.
Tampoco contrataría cuñas, ni entrevistas en impresos o noticieros radiales, donde fuese recibido de manera lisonjera e hipócrita, por el anchor man de turno. Seguramente me convertiría en el alcalde autista, pues no pondría atención a los ataques de los medios, cuando se les corte el chorro millonario de la pauta, o patrocinio de eventos como el día del orgullo, la caravana de las marcas, novenas, conciertos, día del tamal, de la lechona, desfile de muñecos, etc.
Haría audiencias públicas de entrega de cuentas y balance de gestión, cada tres meses. Sometería a encuestas o al veredicto popular, mi permanencia en el cargo.
Haría lo que hizo Petro en Bogotá, pero de manera legal y organizada: les quitaría a los particulares y a un exalcalde manejándolo a la sombra, el servicio de aseo y recolección de basuras de Ibagué.
El resto, vendría por añadidura: depuraría el Sisbén, sacando a los pudientes de allí; no haría politiquería con subsidios de vivienda; fortalecería los programas de nutrición escolar; en vez de construir más colegios, empoderaría más a los actuales, con mayor capacitación a los educadores; perseguiría y denunciaría a los ricachones que defraudan los fluidos y la energía; volvería públicos, y de acceso a todos los estratos, algunos negociados particulares como las fiestas del folclor, o el concurso de duetos; extendería las exenciones de impuestos a nuevas industrias y empresas que generen empleo; ordenaría a la Policía no dar garrote a los vendedores ambulantes y buscaría concertar con el trabajo informal.
Así que ya sabe amigo lector. Vote por mí… si llego a postularme.
Por: Alexander Correa C., contador público, codirector de A la luz Pública, autor.