Antes de empezar, parto que estas elecciones de 2019 en Ibagué, los municipios o el Tolima, de nuevo serán las elecciones de los hijos de dios contra los hijos de Dios.
Es decir Dios y dios, así como Maduro y la revolución bolivariana, la Paz del Acuerdo de la Habana vivida en dos años y que firmaron desarmados los violadores de niños, estarán presentes en el discurso (o lo que a ellos, ellas y elles les dijeron que era eso) y que a través, primero, de los escatológicos programas mañaneros radiales locales (incluidos los radionoticieros de los antiguos empresarios enemigos hoy de nuevo amigos, o socios pues es su negocio), después, a través de los portales web subliminalmente pautados y por último, a través de algunas manzanas podridas de las autoridades armadas que con cepo, disuasión (a veces le llaman percepción) y sala Andrómeda, convencerán al aun no creyente, en votarles, claro.
Ahora si al punto: los, las y les candidatos que hoy se presentan en su condición pre, para y post en Ibagué y en todo el Tolima, en su conjunto son de la férula mediática nacional que así misma se ha dado en llamar, la gente de bien.
Exrectores, poderosos agricultores, terratenientes, descendientes de familias con nexos innombrables, notarios, locutores, exsocialistas, exfuncionarios y obviamente los nunca bien ponderados empresarios y sus ex, hacen parte de la creativa forma de robarse lo público: la economía naranja del hacer política de bien en el siglo XXI.
Para ser justo, una pléyade igual con el leitmotiv de “Bienvenidos al futuro”, ya se les había anticipado casi tres décadas atrás, en la gente de bien que entonces comandaba quizá uno de los más impunes autores intelectuales de los 7 millones de desplazados, 175 mil muertos y 30 mil desparecidos que los gobiernos de bien nos han dejado: Cesar Gaviria Trujillo.
Y para hacer el ejercicio sociológico, baste solo con oírles o leerles:
Al campo, como simpáticamente denominan a la agricultura de ladera y a la mecanizada, dizque la volverán empresa. Es decir lo que aún no tienen en sus manos, se lo apropiaran de alguna manera para ellos o para sus financiadores, ya sea con las inquisidoras leguleyadas ambientalistas hacia los más pobres o a través de las oscuras manos de bien de quien ostenta el verdadero poder en las tres agencias en que convirtieron al antiguo Ministerio de Agricultura.
Al negocio, la tienda, el cuchitril, la chaza, la empresa, el emprendimiento o startup (según sea el estrato de cuna del candidato de bien), la internacionalizaran justo ahora que los Estados Unidos cierran sus fronteras comerciales y levantan muros, que van junto a su presidente a bombardear desde Cúcuta a Venezuela y de paso a los rusos, y que Europa toda se fragmenta y se ultraderechiza en gobiernos populistas que odian a sus pares gente de bien de Asia, África y por supuesto Colombia. Pero ellos, ellas y elles, como son gente de bien, ya están en conversaciones con países como el del sultán de Burnei, obvio precaviéndose de no enviar emisarios LGTBIQ, porque tal vez no vuelvan con el recado internacionalista.
A la cultura, ya le tienen la receta presidencial de Legalidad, Emprendimiento y Equidad, recordándonos para ello por ejemplo, gran ejemplo, a la viuda e hijos del señor García Márquez en la venta que le hicieron de sus huesos a los gringos (Houston, Texas) y la ahora venta de su novela (Netflix), también a los gringos. Por ello ya nos echaran el discurso que cuentan con sendas ofertas de Legalidad, Emprendimiento y Equidad para el Conservatorio y el Teatro Tolima, a falta de una viuda e hijos de escritor regional con ansias de dinero fácil.
A la seguridad en barrios y veredas, que les enseñaron a traducir como confianza inversionista, tienen el discurso de la estrategia de empleo rápido para migrantes venezolanos, gota a gota, moto taxistas y taxistas, igualmente de bien, que les ayudaran a tener una ciudad y un Tolima más seguro desde Las Victorias hasta El Vergel, y desde Melgar pasando por Mariquita hasta el Fresno. Es decir una seguridad para la gente de bien, como ellos, ellas y elles.
Así un ejercicio sociológico se pudiera hacer para cualquiera de sus onomatopeyas que llaman discursiva, desde la plaza de la 14 o desde cualquiera de los nichos de pobres y excluidos en Ibagué o el Tolima, que no encuadran en la férula de su bien.
A estos, a los nichos, para eso les tienen la batalla de Dios contra dios, con eso les basta. Ni siquiera merecen la onomatopeya o su intento de discurso virtual.
Lo saben bien, por eso son gente de bien, candidatos de bien.
Así que entre misas y cultos, les dirán por quién votar, para perpetuarles su bien de exclusión y pobreza en Ibagué, los municipios y el Tolima.
Por: Luis Orlando Ávila Hernández, ingeniero agrónomo, propietario de la ex Tienda Cultural La Guacharaca.