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El caso de El niño y la garza es uno más de los embelecos colombianos

Hace apenas unos días se hizo tendencia la historia de Geraldine Fernández una colombiana que aseguraba que ella había ilustrado 25 mil fotogramas de la película japonesa ganadora del Globo de Oro El niño y la garza. Todo era mentira.

Lo inverosímil del cuento es que medios de comunicación del país la entrevistaron, empresas la contrataron y  ninguno se tomó el trabajo de averiguar si lo que decía era verdad. Por supuesto el oso fue mundial y no solo para la mitómana Geraldine.

La moraleja de todo esto es muy grande. Arranca evidenciando que los avivatos siguen triunfando porque no hay quien se ponga en la tarea de desnudar sus mentiras. Sé que hay grandes excepciones a la regla pero en este país (los y las) Geraldines, abundan en la política, en la religión, se disfrazan también de conferencistas o motivadores.

Tal como sucedió con los sofistas de la Grecia Antigua, utilizan la retórica (la locuacidad) para enredar y pescar en río revuelto. Son los Protágoras o los Gorgias del Siglo XXI. De no haber un Platón que los denuncie, seguirán conquistando incautos.

No es tan difícil desenmascararlos es solo cuestión de investigar si todo lo que dicen es verdad. Hoy en día abundan las universidades de garaje con nombres llamativos internacionales, certificaciones del extranjero que quién las otorga, premios que son un chiste, etc.

Muchos de estos sofistas del nuevo milenio te enseñan a hacer empresa pero, ellos no tienen ninguna. Publican libros sin saber escribir y hasta aseguran sin pudor alguno que sus obras han sido traducidas a varios idiomas. Dicen saber de todo, pero, en realidad son expertos en nada. Su empresa es la del embuste y de ella se lucran.

El problema con los megalómanos, es que les están robando la posibilidad a personas que quizás no son tan osadas, pero sí muy preparadas en muchas áreas. Algunos dirán ¿Quién los manda a ser dormidos? ¡El mundo es de los avispados!

No es tan real. Las grandes sociedades progresan en equipo y con valores. El ancla al subdesarrollo es precisamente esa nefasta idea del todo vale. No es sino echar un vistazo en los países desarrollados y ver sus estándares sociales.

Algo si es muy claro. El profesional que es muy bueno en algo, no tiene que estar diciendo que los es. Su talento se hace evidente. Decían las abuelas: “Dime de qué te ufanas y te diré de qué careces”. Recuerden que el oro laminado abunda por todos lados por estos días.

Por: Andrés Leonardo Cabrera Godoy

Editor General

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